Agradecimiento

Es admirable la capacidad que tienen quienes portan síndrome de Down de agradecer aquello que tienen. Lo más sencillo, lo más normal, es para ellos fuente de alegría y saben dar gracias, con su actitud y con su sonrisa, por todo lo cotidiano, aquello que los demás ni valoramos ni vemos. Un mecanismo automático de … Leer más

Es admirable la capacidad que tienen quienes portan síndrome de Down de agradecer aquello que tienen. Lo más sencillo, lo más normal, es para ellos fuente de alegría y saben dar gracias, con su actitud y con su sonrisa, por todo lo cotidiano, aquello que los demás ni valoramos ni vemos.

Un mecanismo automático de nuestro cerebro nos lleva a querer siempre lo que no tenemos. Es lógico, lo que ya tengo no lo puedo querer, porque ya lo poseo. Nuestra mente insaciable busca siempre nuevas metas, nuevos logros, nuevos objetivos, nuevas conquistas, nuevas adquisiciones y olvida aquello de lo que ya disfruta, dejando de saborearlo. El secreto de la felicidad está en saber agradecer lo que poseemos, que es mucho y muy valioso.

La felicidad consiste en querer lo que se tiene, no en tener lo que se quiere. Contentarse con lo que uno es y con lo que uno tiene es sinónimo de satisfacción vital. Y quien acepta y asimila esta máxima, nunca necesitará nada ni se sentirá insatisfecho. La gente es infeliz porque no sabe que es feliz, porque no sabe agradecer lo que le han dado.

Quienes portan síndrome de Down nos enseñan capacidad de sorpresa ante el milagro de lo cotidiano, en un mundo en el que solamente lo excepcional llama la atención y en el que son precisos hechos extravagantes o catastróficos para que alguien se detenga a contemplarlos.

Nos enseñan paciencia en un mundo que rinde pleitesía a la velocidad. Nos enseñan constancia en un mundo que premia la superficialidad y la tarea rápida. Nos enseñan tranquilidad en un mundo prisionero del reloj. Nos enseñan amor desinteresado en un mundo de intereses. Nos enseñan a vivir el ahora en un mundo preso del ayer y del mañana. Nos enseñan amor por la vida en un mundo violento y agresivo. Nos enseñan entusiasmo por lo natural en un mundo en el que todos están de vuelta de todo y se lo saben todo. Nos enseñan a estar pendientes de los sentimientos de los demás en un mundo en el que cada uno va a lo suyo. Nos enseñan a valorar los pequeños logros en un mundo en el que solamente unos pocos, los mejores, los número uno, son valorados y admirados.

Nos enseñan a agradecer, en un mundo permanentemente insatisfecho.

Imagen Zacatecas – Emilio Ruiz Rodríguez