Conflicto

Juan Carlos Ramos León.
Juan Carlos Ramos León.

Sea usted de los que proponen, de los que resuelven, de los que concilian. No de los que destruyen y dividen.

Llámeme cobarde pero donde veo venir conflicto procuro huir. Claro está que hay conflictos que no pueden evitarse puesto que son parte de nuestra realidad: alguna crisis familiar o un problema derivado de la actividad laboral que deben de resolverse, por ejemplo. Pero no suelen ser la mayoría, créame. Los demás son conflictos innecesarios que muchos no sólo no evaden sino que hasta parece que los buscan.

Elijo la vida simple. ¿Qué caso tiene complicársela más de lo que ya de por sí es? Hay quien hasta parecería que por naturaleza es conflictivo y, créame, a nuestra sociedad le sobran ese tipo de personas. Si en su entorno hay alguna, evítela, siempre es mejor sacarles la vuelta. Sea usted de los que proponen, de los que resuelven, de los que concilian. No de los que destruyen, dividen y, en suma, generan conflicto.

Ciertamente hay que entender que, para que el conflicto desaparezca o simplemente no llegue hay que aprender a ceder un poco. Ahí radica quizás el punto medular del tema: el conflicto se genera cuando hay dos o más partes con intereses comunes pero ninguna está dispuesta a poner, todas quieren tomar. Y llegamos nuevamente a la conclusión de que compartimos techo con otras personas en la casa común de esta esfera terrestre y hasta el oxígeno nos tenemos que repartir. Disculpe usted lo simplón del comentario pero es que de veras a muchos les cuesta tanto trabajo entenderlo que yo sencillamente no me explico qué cosa cruza por sus mentes que piensan que el egoísmo con que viven no les va a pasar factura tarde o temprano. Siembre el bien, cosechará bien. Siembre el mal y ya verá lo que pasa.

¿Cómo durmió usted anoche? ¿Tiene la conciencia tranquila? ¡Qué bien! Es usted privilegiado porque, seguramente, es de los que le sacan la vuelta al conflicto. A menos que no sea así entonces perdóneme pero es usted un cínico. Es que es difícil para mi aceptar que haya quien pueda irse tranquilo a la cama dejando tras de sí una estela de problemas por el puro gusto de crear conflicto sin que se pueda concluir que existe ahí un auténtico trastorno mental.

¿No le molesta la dosis diaria de amargura que los resentidos sociales se empeñan en administrarnos? Hay que ser bien inteligentes para no recibirla. O tomar un antídoto también. Se llama “felicidad” u “optimismo”, como lo prefiera. Deme usted una razón para quejarse de lo que le pasa y yo le daré dos para ser feliz. Pero luego le va a tocar hacer este ejercicio con alguien más. Habrá quien se lo valore y habrá quien no. De estos últimos es mejor huir, como le decía inicialmente.

Hay una virtud que se llama “generosidad”. Pero esto es ya materia de otra reflexión que juntos podemos hacer comenzando por buscar su definición en el diccionario. Se lo dejo de tarea.

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