Cuento de año nuevo

Jaime Santoyo Castro.
Jaime Santoyo Castro.

Este 31 de diciembre acudí con mi esposa a recibir el año nuevo en casa del buen amigo periodista Don Gilberto González Berúmen, y disfrutamos de una velada espléndida, pues además de una rica cena preparada por Doña Esther su esposa, disfrutamos de música, poesías y leyendas; un magnífico modo jerezano de recibir el año. … Leer más

Este 31 de diciembre acudí con mi esposa a recibir el año nuevo en casa del buen amigo periodista Don Gilberto González Berúmen, y disfrutamos de una velada espléndida, pues además de una rica cena preparada por Doña Esther su esposa, disfrutamos de música, poesías y leyendas; un magnífico modo jerezano de recibir el año. Entre otras cosas, contaron algo que me pareció interesante, porque tiene que ver con el tiempo y el olvido.

Platicaron que hay una manera de lograr que el año que comienza cumpla casi todos nuestros sueños, y aseguran que el tiempo nace y envejece y reencarna cada año y vive bajo el nombre que le asignamos y dicen que en el último instante del 31 de diciembre, coinciden sólo por un segundo la personificación del año nuevo, como un niño, y del viejo, como un anciano y cuando se cruzan, el que se va sólo tiene un momento para aconsejar al pequeño que llega.

Según esa tradición, hay un modo de lograr que desde el 1 de enero nuestro tiempo nos regale vivencias maravillosas y momentos felices, ayudamos al tiempo a permanecer entre nosotros, y sólo basta con adquirir un frasco de cristal antes de que acabe el año, en el que se guardarán uno a uno los recuerdos maravillosos de felicidad que el año nuevo nos regale.

Cada cosa digna de ser recordada, será escrita en un papel y colocado en el frasco para nunca olvidar que ese año nos regaló uno o muchos acontecimientos maravillosos y si es cierto lo que cuenta esa leyenda, cuando el año viejo y el nuevo se crucen, el que nos deja le dirá al recién llegado que no se preocupe por el tiempo, pues los días felices que nos depare serán eternos, y se guardarán en un frasco de cristal con su nombre, donde quedarán para siempre.

La leyenda concluye que antes de las doce y tomar las uvas se debe meter el primer papel con el nombre de nuestro año nuevo y se dice en voz alta el conjuro: “A lo malo… olvido y el recuerdo alegre al futuro… vivo”

Con ese conjuro se concede la inmortalidad a todos los días y vivencias buenas que nos depare el año.
Les deseo… ¡Muchos “papelitos de felicidad” en 2022!




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