Tareas elementales

Huberto Meléndez Martínez.
Huberto Meléndez Martínez.

A Haydé, Edu, Aurelio y quienes acostumbran llegar temprano al trabajo. Perdido en la profundidad del sueño, muy a lo lejos alcanzó a escuchar una voz: “¡Ya es hora, hijo, levántate!”. Los ojos con una pesadumbre como plomo se resistían a abrirse, además la intensa luz del foco le lastimaba. El subconsciente reaccionó al escuchar … Leer más

A Haydé, Edu, Aurelio y quienes acostumbran llegar temprano al trabajo.

Perdido en la profundidad del sueño, muy a lo lejos alcanzó a escuchar una voz: “¡Ya es hora, hijo, levántate!”. Los ojos con una pesadumbre como plomo se resistían a abrirse, además la intensa luz del foco le lastimaba. El subconsciente reaccionó al escuchar el ruido metálico, al cerrarse la reja exterior de la casa. A punto de topar en el techo de la litera, brincó asustado como resorte, sus pies sintieron el frío piso de la estancia cuando en pijama corrió a la entrada. Vio la calle vacía, igual que la vivienda. Su madre y hermana se habían ido a la escuela. No podía creerlo, lo habían dejado solo.

Su existencia se iluminó al ver llegar a la señora que ayudaba a su madre en las labores domésticas, quien le auxilió a vestirse con prontitud, le preparó un par de tacos y tomando su mano, salieron corriendo tan aprisa como pueden andar las piernas de un niño de 8 años.

Jalando aire a bocanadas entró a la escuela, y al ver la inmensidad del patio (porque estaba vacío), aumentó su angustia. Estaba llegando tarde. La vergüenza le frenó ante el salón, donde su maestra permitió el acceso en atención a que siempre llegaba temprano.

Fue una lección dura de parte de su mamá, la cual aprendió bien. Nunca más tuvo retardo alguno en sus estudios y su vida personal está marcada por la virtud de la puntualidad.

“Tiende tu cama”, es el título de un libro del escritor estadounidense William H. Mc Raven, en el que sostiene que para cambiar el mundo, una persona necesita empezar por arreglar su cama de manera impecable diariamente, pues de conseguir cumplir con esa sencilla encomienda, estará en condiciones de realizar proezas mayores, porque los grandes actos inician con el cumplimiento de pequeños detalles.

Carlos Kasuga dice que para iniciar un día productivo, puede ahorrarse mucho tiempo si desde una noche antes, se prevé lo elemental para el día siguiente, como el dejar preparada la ropa que va a ponerse. De llevar a la práctica esta sugerencia, pueden asombrar los resultados.

La sabiduría popular sentencia que el mexicano es puntual solamente en las citas amorosas. Sorprende el ingenio que los impuntuales tienen para argumentar las explicaciones por las que llegan tarde a las diferentes actividades. La misma autoridad, a través de las leyes, laxa el cultivo de esta virtud. Otorga diez minutos de tolerancia para registrar un retardo, con lo cual una cantidad impresionante de trabajadores asume como “derecho” ordinario. En consecuencia la productividad se afecta, las instituciones se desprestigian y el desarrollo se estanca por esa mal entendida prerrogativa.

La puntualidad es signo de respeto del tiempo de los demás, al considerarlo tan valioso como el propio.

Estas tres recomendaciones: preparar la ropa desde la noche, tender la cama y ser puntuales, son regla de oro en la formación de ciudadanos responsables.




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