Antipolítica

Quienes han perdido la fe en el juego de la representación política, porque han descubierto sus contradicciones irresolubles y sus mascaradas impresentables, son el blanco frecuente de intelectuales fervorosos del lance electoral. José Woldenberg y Roger Bartra son dos escritores que han fustigado a los incrédulos por abandonar el optimismo de la participación política, sin … Leer más

Quienes han perdido la fe en el juego de la representación política, porque han descubierto sus contradicciones irresolubles y sus mascaradas impresentables, son el blanco frecuente de intelectuales fervorosos del lance electoral.

José Woldenberg y Roger Bartra son dos escritores que han fustigado a los incrédulos por abandonar el optimismo de la participación política, sin darse cuenta de que sus argumentos chocan contra la actitud pasiva que los anima.

En diversos artículos periodísticos, ambos profesores han intentado demostrar algo que en abstracto suena mucho mejor que en los hechos: las virtudes del ejercicio ciudadano en la construcción de una representación democrática robusta. Woldenberg mantiene una creencia inquebrantable en el sistema electoral mexicano, como vía para configurar un arreglo político adecuado y plural.

Una vez sí, y otra, también, nos recuerda que pese a las pequeñas deficiencias del entramado político-electoral, éste ha permitido un progreso sin precedentes en la historia de México. Serían la alternancia partidaria y la estabilidad política los dos resultados contundentes de la nueva estructura creada hace un par de décadas. Además, ha defendido con uñas y dientes el sistema de partidos sobre el cual descansa la arquitectura electoral y política del país, insistiendo en la pluralidad de opciones, cuyas discrepancias doctrinarias y programáticas son notorias.

Por consiguiente, José Woldenberg niega que los partidos hayan recalado en una zona turbia donde las diferencias ideológicas y programáticas se hubiesen borrado, dando lugar a una igualación pragmática de sus comportamientos. Mucho menos considera que la corrupción haya tocado las nervaduras del conjunto de las instituciones políticas, haciendo inviable la elección de una de estas opciones.

Sin embargo, suelen ser los acontecimientos más hondos que las teorías, y los recientes son tan ominosos como para provocar una caída en picado de la ya de por sí deteriorada fe de la ciudadanía en los partidos y en los políticos. Quizá por ello, Woldenberg en su colaboración periodística con el diario Reforma toma el caso del emergente partido español Podemos, para esbozar una vía alterna a los millones de ciudadanos que están desencantados del sistema partidario vigente, aunque admite que en nuestro terruño la formación de nuevas alternativas es casi imposible. Allá, en lugar de abandonar la participación cívica, los inconformes crearon una institución novedosa.

También Roger Bartra aboga por este camino de la acción. Muy bien hasta aquí, pero lo que no se entiende es por qué ambos intelectuales, y muchos otros, no se han dado a la tarea de impulsar una nueva opción como lo hicieron los universitarios más lúcidos de España. Sería conveniente que los devotos de la política comenzaran a obrar de manera consistente con los principios de su fe.

Imagen Zacatecas – Miguel G. Ochoa Santos