Codicia

Juan Carlos Ramos León.
Juan Carlos Ramos León.

Hay algo que se conoce como “justa distribución de la riqueza”. Y ese concepto exige que existan reglas claras.

La codicia es uno de los siete pecados capitales. Es definido como “el deseo vehemente (también se utilizan las palabras ‘excesivo’ e ‘insaciable’) de poseer riquezas o cosas materiales”. Y es que una cosa es el legítimo derecho a la prosperidad, a la riqueza, y otra muy distinta la patológica ambición desmedida de poseer más y más sin encontrar límites ni reparar en sobre de qué o de quién se pase por encima.

Ya he manifestado con anterioridad el que estoy a favor del capitalismo. Es decir, un sistema en el que hay un sector que es el dueño del capital y otro sector que es el que ofrece su talento personal para producir (trabajo físico, intelectual o ambos). Y cada uno gana por lo suyo, tal cual. Es más, es muy común que el que sólo contaba con su talento se haga de un pequeño y creciente capital y con eso pase a ser parte del otro sector. Nada se lo impide, no hay límites para ello. Eso es lo más positivo del capitalismo, que se puede prosperar sin problema. Hay que luchar, sí, de eso se trata. Pero es posible.

Pero la codicia es otra cosa. Rebasa los términos de la justicia. Y es que hay algo que se conoce como “justa distribución de la riqueza”. Y ese concepto exige el que existan reglas claras y un árbitro no para que tome discrecionalmente del rico y le dé al pobre (eso es otra cosa, es comunismo), sino que su papel es favorecer las condiciones para que el dueño del capital tenga seguridad en sus bienes, los ponga a producir, el dueño del talento humano reciba una remuneración justa por su trabajo y ambos cuenten siempre con herramientas para el desarrollo y el progreso. Y cuando uno de los dos olvida lo que es justo y se desquicia por más, y por quitarle a otro (ya sea de su propio sector o del otro) un poco o un mucho de lo suyo la ecuación se desbalancea y el resultado sencillamente ya no se da.

No se trata de convertirse en franciscano o entrar a la orden de los Carmelitas Descalzos. Se trata simplemente de seguir las reglas y ya. Ajusta para todos y hasta sobra. Sólo hay que ser creativos, y hábiles, es todo. Decía Karlos Kasuga, fundador de Yakult: “si no es tuyo, debe de ser de alguien más”. Es un principio simple, pero a veces muy difícil de seguir cuando el diablo mete la cola y despierta al demonio de la codicia.

Y el problema se pone peor cuando el codicioso es, precisamente, el del servicio público. Es decir, quien se supone que para eso estaba, para la administración de las condiciones de la justa distribución de la riqueza. Si desde ahí empieza la falla, entonces ya mejor ni hablamos.

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