Depresión, hombres y mujeres

“En los últimos tiempos, sin saber por qué, perdí toda mi alegría, olvidé toda costumbre de ejercitarme y, de hecho, el sentimiento de tristeza es tan intenso que toda la tierra me parece un promontorio estéril”. La depresión es parte de la condición humana y la descripción de Hamlet de sus síntomas coincide con los … Leer más

“En los últimos tiempos, sin saber por qué, perdí toda mi alegría, olvidé toda costumbre de ejercitarme y, de hecho, el sentimiento de tristeza es tan intenso que toda la tierra me parece un promontorio estéril”. La depresión es parte de la condición humana y la descripción de Hamlet de sus síntomas coincide con los de un libro de texto médico moderno.

La clasificación médica del padecimiento se ha vuelto más precisa, los tratamientos más avanzados, pero la enfermedad aún se comprende mal y sus consecuencias a menudo están ocultas. La depresión sigue siendo, si no una fuente de vergüenza, al menos desconcertante para quienes la padecen y para quienes le rodean. Sin embargo, está en aumento y es un trastorno que afecta a uno de cada seis adultos en algún momento de sus vidas.

Y lo terrible de la enfermedad no es solo debido al efecto aplastante de una condición que parece proceder de la nada, sino por la dificultad emocional que implica encontrar cómo superarla. Los avances médicos han controlado muchas enfermedades, pero la depresión en sus diferentes formas es cada vez más común o se detecta con más frecuencia. Y los tratamientos farmacéuticos, si bien tienen una eficacia limitada, se utilizan mucho más: se dice que en México se prescriben 30 millones de antidepresivos cada año.

Parte del desafío es definir qué es estar deprimido. El término tiene un significado común tan amplio que puede usarse para referirse a casi cualquier cosa, desde el dolor pasajero hasta la enfermedad a largo plazo. Si uno enumera los síntomas típicos que buscamos los médicos para hacer el diagnóstico, las cosas se vuelven más confusas: “sentirse completamente cansado”, “sentirse inútil, incompetente y sin esperanza”, “sentirse infeliz la mayor parte del tiempo”. Es una enfermedad que solo la conoce quien la padece.

Gran cantidad de hombres padece depresión en el mundo, pero se les retrasa el tratamiento debido a los criterios sesgados que utilizamos los médicos para diagnosticar la enfermedad. Los hombres tienen la misma probabilidad de sufrir problemas mentales que las mujeres de la misma edad y tienen muchas más probabilidades de suicidarse: el grupo con mayor riesgo de suicidio en el mundo occidental ahora tiene entre 40 y 49 años. Sin embargo, debido al énfasis en el carácter “femenino” de los síntomas utilizados para diagnosticar y comprender cómo funciona la depresión, la extensión del problema entre los hombres está oculta.

Mientras que las mujeres deprimidas pueden cambiar su conducta de manera más “identificable”, los hombres que padecen la enfermedad pueden volverse imprudentes, agresivos e irritables. Los hombres de mediana edad también son menos propensos a hablar con sus amigos y parientes sobre sus sentimientos, lo que puede empujarlos hacia la ruptura matrimonial y un mayor aislamiento.

Las estadísticas nos dicen que las mujeres tienen más probabilidades de tener depresión que los hombres; en realidad los hombres tienen la misma probabilidad de experimentar depresión, pero son menos propensos a buscar ayuda, ser diagnosticados o recibir tratamiento. Los estereotipos, como “los hombres no lloran”, pueden impedir que los hombres procuren ayuda médica, y es alarmante que el verdadero alcance de los problemas de salud mental de los hombres se enmascare.

Así, discernir entre si está biológicamente determinado que los hombres se quiten la vida (más que las mujeres), o si esto es un rasgo cultural, adquiere otro sentido. Y esto es lo que es tan preocupante sobre el suicidio masculino. Es posible que la incómoda verdad sea que las formas estereotipadas de la masculinidad están matando a los hombres.

Imagen Zacatecas – Antonio Sánchez González




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