El eterno Acapulco; el impulso turístico de México.

CIUDAD DE MÉXICO.- El 11 de noviembre de 1927, desde el Castillo de Chapultepec, el presidente Plutarco Elías Calles hizo pedacitos una roca de toneladas. Era el último obstáculo para que la carretera México-Acapulco –que comenzó a construirse en 1920 por orden del presidente Álvaro Obregón–, quedara abierta. Desde entonces, el puerto de Acapulco se … Leer más

CIUDAD DE MÉXICO.- El 11 de noviembre de 1927, desde el Castillo de Chapultepec, el presidente Plutarco Elías Calles hizo pedacitos una roca de toneladas. Era el último obstáculo para que la carretera México-Acapulco –que comenzó a construirse en 1920 por orden del presidente Álvaro Obregón–, quedara abierta.

Desde entonces, el puerto de Acapulco se convirtió en el centro de moda del jet set; destino turístico por excelencia de mexicanos, primero, y con los años, de visitantes extranjeros. Pese a fenómenos climatológicos y conflictos de seguridad, La Perla del Pacífico se mantiene como una de las sedes favoritas para la Semana Santa 

Hace casi 90 años, Excélsior publicó en su página 3, información sobre cómo el Presidente de México oprimiría un botón que produciría la chispa eléctrica que haría volar con dinamita, una roca en el kilómetro 402, a la altura de la población Xaltianguis para liberar el primer camino formal hacia Acapulco, que también se conoce como la Perla del Pacífico.

Con ese hecho Elías Calles abrió el paso para que doce automóviles pudieran llegar por primera vez al puerto, que hasta entonces no había sido explotado como destino turístico, aunque su belleza y su bahía de aguas tranquilas eran conocidas desde tiempos precolombinos, cuando fue guarida de piratas y en 1803 fue el puerto al que el geógrafo Alexander von Humboldt llegó a lo que siete años después se convirtió en México.

La ruta México-Acapulco –que actualmente se puede hacer en 4 horas– se recorría a principios del siglo XX en 5 o 6 días. Por eso mismo se abrieron hospedajes en Taxco y en Chilpancingo.

En Acapulco, los primeros hospedajes se ofrecieron en casas particulares. El excandidato presidencial Juan Andrew Almazán, que se hizo de 22 hectáreas que fueron expropiadas por el presidente Pascual Ortiz Rubio, en 1931, fue quien en 1938 construyó el primer hotel, primero se llamó Hornos (igual que la playa), luego Anáhuac y terminó por llamarse Papagayos, que desapareció en 1972 y donde actualmente está un parque. Este hotel fue el primero que tuvo una alberca olímpica, según el reportaje seriado del corresponsal de Excélsior en el puerto, Enrique Díaz Clavel, del 20 de abril de 1988.

De hecho, en el terreno que ocupó el hotel de Juan Andrew Almazán y antes que fuera de su propiedad ahí bajaron los primeros aviones comerciales en 1929; hasta que el aeropuerto se llevó a Pie de la Cuesta.

Después se construyeron los hoteles Acapulco y el Jardín y el Miramar, hasta convertirse en lo que es hoy Acapulco: una enorme mancha urbana dividida en tres secciones: tradicional, Dorado y Diamante.

La belleza del puerto alcanzó fama mundial y la demanda de cuartos de hotel fue mayor. Por eso, la construcción de hoteles legendarios como La Marina, Los Flamingos, El Mirador, Del Monte, Las Palmas, Casablanca y Club de Pesca fueron albergando a los turistas que llegaban en cualquier época del año.

A finales de la década de los cuarenta, Acapulco no dejaba de crecer. En 1947 el presidente Miguel Alemán Valdés pone en marcha los trabajos para la construcción de la avenida costera del puerto, que originalmente se llamó Nicolás Bravo y que hoy lleva el nombre de Miguel Alemán.

El 2 de marzo de 1949, en la primera plana de Excélsior se publicó la nota sobre la inauguración de varias obras para Acapulco, entre ellas la de la costera y el campo aéreo que entonces tenía un movimiento de 30 aviones al día y que con las ampliaciones llegaría a 60 movimientos diarios. “Acapulco será primer centro de turismo”, se lee en la información firmada por el enviado Armando Rivas Torres.

La información señalaba que con las obras inauguradas por el presidente Alemán Valdés, y que en conjunto sumaban 32 millones de pesos de inversión, en cinco años Acapulco se convertiría en el centro turístico más importante de América.

Era tal la fama que iba adquiriendo Acapulco que prácticamente no había pareja de recién casados que no hiciera su luna de miel en el puerto. Aparejado a este fenómenos social, el puerto del Pacífico se convirtió en el lugar de descanso de figuras internacionales de la época, como Johnny Weismüller, que fue el primer Tarzán de la historia. Murió en Acapulco el 20 de enero de 1984 y está sepultado en el panteón Valle de la Luz, a las afueras de Acapulco.

Otros famosos de Hollywood que llegaron a las playas de Caletea, Caletilla, Hornos, la isla de la Roqueta y hasta el hotel Papagayo, que entonces eran los únicos sitos explotados, fueron John Wayne, Elizabeth Taylor, Orson Wells, Tyrone Power, Erroy Flyn. También al lugar llegaron artistas mexicanos como Mario Moreno Cantinflas, María Félix, Pedro Armendáriz y muchos más.

Nunca dejó de crecer

Aunque la primera figura del jet set que llegó a Acapulco fue en 1920, fue Eduardo, entonces príncipe de Gales, que llegaría a ser rey de Inglaterra como Eduardo VIII.

Después que se popularizó tanto la bahía de Acapulco, donde los turistas acostumbraban tomarse fotos con un burro que bebía cerveza, y viajar hacia la isla de la Roqueta para ver en el fondo mariano a la Virgen, se explotó una nueva zona, que fue llamada Acapulco Dorado, o Condesa, por un enorme hotel que se construyó en la zona con ese nombre.

Pero los problemas sociales de la zona crecieron igual que el puerto.

A partir del 2 de febrero de 1967, Jorge Davo Lozano, reportero de Excélsior, publicó desde Acapulco un reportaje en tres entregas, que se tituló Aventura y desventura de Acapulco. La columna vertebral del reportaje era las diferencias en el puerto.

Son dos Acapulcos: el de lujo y el de la miseria. Desde las alturas puede observarse la situación, en una línea perfectamente definida la angosta franja del progreso, la comodidad y las mejores condiciones de vida del lomerío, donde treinta mil familias viven en condiciones infrahumanas”, dice el texto de Jorge Davo.

Seis años después, otro periodista de esta casa, Marco Aurelio Carballo, hizo un nuevo recorrido por Acapulco. El 15 de abril de 1973 se publicó la nota de Carballo. “Sin empleo, sin escuelas, sin diversiones, en medio de la promiscuidad y de la incuria, en los cerros, en las cañadas, decenas de miles de mexicanos tratan de sobrevivir en este centro turístico, uno de los más famosos y caos del orbe”.

Acapulco, la Perla del Pacífico, como se proyectaba al puerto en los folletos turísticos, nunca ha dejado de tener esos contrastes que puntualmente fueron retratados y denunciados en estas páginas.

El 29 de agosto de 1987, en la recta final del gobierno del presidente Miguel de la Madrid, en Excélsior se publicó la información relacionada a la expropiación de 265 hectáreas en Puerto Marqués, para el inicio del desarrollo turístico que inicialmente se llamó Punta Diamante.

La nota informativa refiere que el secretario de Desarrollo Urbano y Ecología, Manuel Camacho Solís, y el gobernador de Guerrero, José Francisco Ruiz Massieu, dieron a conocer la expropiación.

Entonces Ruiz Massieu dijo que el Acapulco tradicional era rescatado; que la zona dorada estaba saturada y que la zona conocida como Diamante, que va de Las Brisas, pasa por Puerto Marqués y termina en el fraccionamiento Copacabana, es la apuesta como destino de playa.

En diciembre de 1996, Excélsior envió al reportero Alberto Navarrete, quien desde Acapulco escribió que Punta Diamante asoma ya su nueva cara, la del desarrollo inmobiliario y turístico de gran nivel, sin haber saldado cuentas pretéritas.

El reportaje denunciaba que a casi diez años de la expropiación de las 265 hectáreas, el gobierno de Guerrero no había pagado las indemnizaciones.

A pesar de toda la historia que ha tenido Acapulco, a veces contradictoria, por un lado como un gran centro turístico a nivel mundial, pero desde siempre como un lugar con enormes carencias de servicios, que empobrecen a su población natural, Acapulco siempre es el centro turístico de México que está lleno, como cada Semana Santa.

Imagen Zacatecas – Excélsior