Honestos y honestas como Pericles

Simitrio Quezada.
Simitrio Quezada.

Vaya vicios arrastra en nuestra actual realidad mexicana la sombra de la Política. En esta época que parece tan lejana al decoro se habla cotidianamente de reyes de moches, senadores caciques, narcogobernadores, venta de facturas, prestanombres, chayoteros, golpeadores por consigna, periodistas amenazadores por pagos o convenios, entre otras vergüenzas para una sociedad que nunca debió … Leer más

Vaya vicios arrastra en nuestra actual realidad mexicana la sombra de la Política. En esta época que parece tan lejana al decoro se habla cotidianamente de reyes de moches, senadores caciques, narcogobernadores, venta de facturas, prestanombres, chayoteros, golpeadores por consigna, periodistas amenazadores por pagos o convenios, entre otras vergüenzas para una sociedad que nunca debió renunciar a sus clases de Educación Cívica y Ética.

Por esto, “político” es ahora sinónimo de corrupto, mentiroso, traicionero, ladrón.

Atrás quedaron los mejores hombres y mujeres que ejercieron poder: a quienes muchos achacan también vicios e incluso crímenes, que en todo caso son grandes vicios y crímenes.

Hablamos, más que de políticos, de verdaderos estadistas: Salomón, Amenofis, Alejandro Magno, César, Constantino, Elizabeth, Napoleón, Catalina La Grande, Genghis Khan, Cromwell, Bolívar, Washington, Amílcar Cabral, Lincoln, Ranjit Singh, Juárez, Lenin, Gandhi, Churchill, Mao, Allende, Thatcher, Mandela… la lista es tan larga como polémica.

Puede difícilmente negarse la grandeza y papel fundamental de estas figuras que dejaron marca en la historia. Mención aparte merece Pericles, de quien dicen varios historiadores que durante 40 años fue electo y reelecto por los votantes en Atenas, y en todo ese tiempo mantuvo sin mucha variación el mismo patrimonio. Es decir, con las mismas posesiones con que llegó al poder, con más o menos las mismas se retiró de la vida pública cuatro décadas después.

¿Imaginan esto? 40 años viviendo en la honrosa medianía de patrimonio, sin enriquecerse inexplicable e impunemente.

Es lícito que cualquiera busque incrementar sus bienes materiales, siempre que sea (va la redundancia) de forma lícita. Tan lastimados y malacostumbrados nos han dejado los peores ejemplares de la clase política, que hoy parece que los políticos que atesoran más y más posesiones van perdiendo coherencia ante los ojos públicos.

Es urgente que recuperemos la honestidad en los políticos. Doblando un poco el dicho, que no sólo sean honestas y lo sepan ellas, sino que también lo parezcan. Ojalá resuciten ya las y los Pericles que necesitan nuestro país y estados: honestos y honestas que nos enseñen que no todo en la política actual es la podredumbre que ocultan tras el discurso que más o menos bien les elaboran.




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