Soneto fúnebre a Felipe IV por Sor Juana Inés de la Cruz

La muerte de Felipe IV  (17 de septiembre 1665) tuvo amplias manifestaciones en todo el reino español. Desde exequias costosas con piras de inmensas dimensiones, hasta cuardernillos poéticos, el fallecimiento de uno de los actores políticos protagonistas del siglo 17 –con todo y varios fracasos en el contexto internacional– fue motivo de expresiones en muchos … Leer más

La muerte de Felipe IV  (17 de septiembre 1665) tuvo amplias manifestaciones en todo el reino español. Desde exequias costosas con piras de inmensas dimensiones, hasta cuardernillos poéticos, el fallecimiento de uno de los actores políticos protagonistas del siglo 17 –con todo y varios fracasos en el contexto internacional– fue motivo de expresiones en muchos sentidos. 

En la Nueva España se tiene registro de expresiones que van desde lo pictórico, poético o sermonario, hasta la fórmula emblemática.

Por mencionar algunos, se encuentran las exequias organizadas por el Santo Oficio en pluma de los jesuitas Antonio Núñez de Miranda y Francisco de Uribe. También se encuentra el célebre libro Llanto del Occidente… por el alumno del referido jesuita fresnillense, Isidro de Sariñana. Ambas en 1666. 

En esa misma tesitura, se debe destacar un soneto de, para en ese momento, una joven poeta en crecimiento. Se trata de A la muerte del señor rey Filipo IV por Juana Ramírez de Asbaje, posteriormente Sor Juana Inés de la Cruz.

En aquel tiempo, la autora contaba con aproximadamente 18 años de edad. 

En palabras de Antonio Alatorre, ella trabajaba en el palacio virreinal como criada y cabe decir que se debatía entre una vocación que le permitiera desarrollar su intelecto.

En este punto, en 1666 la figura de Antonio Núñez de Miranda fue crucial, ya que en primera instancia Juana Ramírez intentó ingresar a la orden de las Carmelitas, hecho fallido por la ortodoxia que propagaba tal congregación. En recomendación del fresnillense, la poeta ingresó a la orden de las jerónimas.

El soneto es:

¡Oh, cuan frágil se muestra el ser humano

en los últimos términos fatales,

donde sirven aromas orientales

de culto inútil, de resguardo vano!

Sólo a ti respetó el poder tirano,

¡oh gran Filipo!, pues con las señales

que ha mostrado que todos son mortales,

te ha acreditado a ti de soberano.

Conoces ser de tierra fabricado

este cuerpo, y que está con mortal guerra

el bien del alma en él aprisionado:

y así, subiendo al bien que el Cielo encierra,

que en la tierra no cabes has probado,

pues aun tu cuerpo dejas porque es tierra. 

 

Antonio Alatorre argumenta que este soneto es ya de una poeta “profesional”. Se desconoce en sí el destino de publicación o difusión en modo manuscrito al que Sor Juana quiso proponer. En todo caso, se trata de una temática ya extendida en los procesos culturales de la época: la idea del empíreo inmóvil y la fragilidad de la tierra. La Vanitas, en tanto que la tierra y el cuerpo son cosas materiales y sin verdadera fortuna, no es lo crucial de la vida. Por ello, el ascenso y la victoria eterna de Felipe, El Grande.

*Escritor e investigador

Imagen Zacatecas – Salvador Lira




Más noticias


Contenido Patrocinado