Teléfonos inteligentes, gente tonta

La semana pasada, en Panamá, una joven cayó accidentalmente del piso 27 de un edificio aparentemente por tratar de tomarse una ‘selfie’ exponiéndose para lograr un ángulo tal que una ráfaga de viento la sorprendió y terminó por costarle la vida. Yo me pregunté: ¿a dónde nos está llevando esto? No pretendo que el título … Leer más

La semana pasada, en Panamá, una joven cayó accidentalmente del piso 27 de un edificio aparentemente por tratar de tomarse una ‘selfie’ exponiéndose para lograr un ángulo tal que una ráfaga de viento la sorprendió y terminó por costarle la vida. Yo me pregunté: ¿a dónde nos está llevando esto?

No pretendo que el título de este comentario lastime a nadie pues apenas puedo imaginar el dolor que deben de estar atravesando los deudos de esta pobre mujer, pero sí quiero acceder directamente al punto de que esta condición ya nos está rebasando: las diferentes aplicaciones a las que tenemos acceso para supuestamente facilitarnos la vida nos están convirtiendo en esclavos inútiles y tontos de la superficialidad.

Como si de un siniestro plan de una mente maestra para dominar al mundo se tratase, pareciera que cada vez que agachamos la cabeza para ver esa pantallita comenzaran a transferirse las pocas ideas que nos quedan hacia los aparatos. Voltee un poco la mirada a su alrededor; ¿nota que quienes están próximos a usted están haciendo algo en su teléfono? ¡Usted posiblemente esté leyendo esta nota en su teléfono! ¿No le da un poco de miedo percatarse de ello?

Por definición, el teléfono es una herramienta que nos sirve para comunicarnos con otras personas. El slogan de una compañía de teléfonos celulares es: “conectando a la gente”. Y, sí, tal vez resulte hoy más fácil que antes “conectar” con otras personas, pero el caso es que la comunicación entre los seres humanos como tal no ha mejorado.

Yo creo que se nos ha volteado la sartén por el mango y lejos de servirnos del celular nosotros le servimos a él. Los adultos todavía podemos tomar conciencia de ello e impedir que los más pequeños crezcan educados por esta cultura de cederle su inteligencia a un aparato. Hay artículos que recomiendan no dar un teléfono inteligente a niños menores de 12 años (algunos sugieren no antes de los 14) por el riesgo de afectar su desarrollo cerebral, fomentar el sedentarismo y la adicción infantil, entre otras cosas.

Así que, ciudadano de a pie, a ponernos listos, literalmente.

Imagen Zacatecas – Juan Carlos Ramos León