Trinidad de amor

¿Quién no se ha persignado alguna vez? ¿Quién no ha visto hacer la señal de la cruz al bendecir o al pronunciar las confiadas palabras 'en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo? La memoria de nuestro corazón se traslada inmediatamente a la infancia cuando con 'santos garabatos' aprendimos el gesto bendito. … Leer más

¿Quién no se ha persignado alguna vez? ¿Quién no ha visto hacer la señal de la cruz al bendecir o al pronunciar las confiadas palabras 'en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo? La memoria de nuestro corazón se traslada inmediatamente a la infancia cuando con 'santos garabatos' aprendimos el gesto bendito.

La señal de la cruz y la invocación de la Trinidad han recorrido y acompañado la vida de los cristianos  en sus diferentes edades y circunstancias, desde el nacimiento hasta el momento consumativo de la muerte. La señal y la invocación son la expresión más sencilla/cercana del Amor Divino y de los amores humanos más entrañables.  Gracias, papás; gracias, catequistas; gracias, Iglesia que tiene su origen en la Trinidad.

Los cristianos confesamos que Dios es Trinidad de amor. El  Evangelio nos dice que Dios es amor, no una fórmula fría, mucho menos un señorón intratable. Ese amor es uno y trino. Un amor que se da en tres personas (Padre, Hijo y Espíritu Santo) en relación de comunión. Un Dios que se mete en la historia del pueblo con Abraham, Moisés y los profetas; un Dios que se hace "Dios-con-nosotros" en su Hijo Jesús; un Dios que en Jesús nos revela la intimidad que circula entre el Padre y el Hijo que nos envían al Espíritu Santo. Dios es Trinidad de amor.

El domingo pasado celebramos – gracias al Misterio Pascual- que el amor de Dios es Trinidad, es gratuito, total, libre y liberador, revelador… Es un misterio que no acabamos de entender, a veces de aceptar, pero que nos abriga, nos abraza, nos sostiene, nos hace caminar como hijos muy amados.

Celebramos que el amor de Dios es tan grande que es unidad y diversidad (uno y trino), siempre genera y engendra vida, siempre invade y contagia, siempre se dilata y llega más allá de los límites que imaginamos. El amor de Dios llena de fuerza y da fuerzas hasta lo increíble.

Celebramos que el amor de Dios circula y nos hace circular. Hemos sido alcanzados por su amor y hay huellas de su amor por todas partes. El amor de Dios está en movimiento. Quienes entran en su órbita no perecerán porque entran en el torbellino de la Vida. Desde que el amor de Dios se hizo salvación para todos, todo amor contiene algo de salvación, es bálsamo para las heridas, es don y regalo de vida.

Ante la grandeza infinita del Amor de Dios Trinidad nos quedamos sin palabras. Desde que el amor de Dios se hizo salvación, donde hay amor ahí está Dios. Nuestro corazón late, acoge el misterio, agradece y adora. El gozoso gesto de persignarse, aunque sea haciendo cruces garabateadas, confiesa la fe en la presencia y la  omnipotencia amorosa de Dios. Crea una sonrisa de paz, recrea las posibilidades del amor en la familia y llena de confianza para mirar de frente las situaciones de la vida.

Los bendigo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Imagen Zacatecas – Sigifredo Noriega Barceló




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