
Antonio Sánchez González.
La salud de los mexicanos no solo es peor en promedio que en la mayoría de los otros países desarrollados, sino que se está deteriorando.
Es una de las mayores potencias económicas del mundo, pero su población no está en mejor situación que en otros lugares. Al contrario: la salud de los mexicanos no solo es peor en promedio que en la mayoría de los otros países desarrollados, sino que se está deteriorando. La esperanza de vida es un ejemplo llamativo: si bien hasta la década de 2010 había ido mejorando para hacerse comparable a la de los países europeos, su aumento se detuvo súbitamente y la tendencia se ha invertido incluso después de 2020. Ahora, un mexicano vive una media de 75,1 años, más de cinco años menos que en el promedio de los 38 países miembros de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), y casi nueve años menos que, por ejemplo, en Francia. Y, sin embargo, México tiene el sexto gasto bruto en atención médica más alto del mundo. Una paradoja que revela profundos fallos.
El hecho de que la esperanza de vida esté disminuyendo en México es realmente una excepción, porque sigue aumentando en otros países occidentales. Para este parámetro, el país ocupa ahora la posición 38 de 38, superado, por ejemplo, por Colombia. Si bien este fenómeno está golpeando también a los Estados Unidos, en México lo hace duramente contra las poblaciones más desfavorecidas, perdonando a los más ricos. En México, la expectativa de vida se relaciona con el código postal. De hecho, un estudio publicado hace un mes en el New England Journal of Medicine puede ayudar a entender que incluso los mexicanos (y los estadounidenses) más ricos tienen una esperanza de vida más corta que sus homólogos europeos, y más cercana a la de las personas más pobres del norte y el oeste de Europa.
La esperanza de vida no es el único indicador del deterioro de la salud en México, tal y como revela un informe de la OCDE publicado a finales de 2023. El país también se encuentra a la cola del ranking de mortalidad evitable, que contabiliza las vidas que podrían haberse salvado mediante la prevención o la atención (enfermedades infecciosas, infartos, alcoholismo, EPOC, adicción a las drogas, suicidio, etc.).
Las cifras de salud materna y neonatal no son mucho mejores. La mortalidad materna, es decir, la muerte de una mujer durante el embarazo, el parto o dentro de los 42 días posteriores al final del embarazo, es de más de 25 mujeres por cada 100000 en México, más del doble del promedio de la OCDE. Y no solo esta cifra ha aumentado en los últimos cuatro años, sino que también algunos estados se ven más afectados que otros, con tasas superiores a 60 muertes por cada 100000 mujeres embarazadas.
Aunque la brecha con otros países es menor, según el Banco Mundial y la OMS la mortalidad infantil tampoco se comporta bien a pesar de los programas gubernamentales mexicanos destinados a ello: 11 de cada 1000 niños mueren antes de cumplir un año en nuestro país, frente a 3.6 en Francia y 4 en promedio en la OCDE. Una cifra que parece baja pero que, comparada con el número de nacimientos en México, representa unas 20000 muertes al año.
Uno de los factores que explica en gran medida estos malos resultados es la alta prevalencia de obesidad, de hecho, la obesidad es un importante factor de riesgo para muchas enfermedades crónicas, como la diabetes, las enfermedades cardiovasculares y el cáncer, recuerda la OCDE en el informe en el que analiza los resultados de cada país. Estados Unidos tiene, con mucho, la peor tasa de todos los países de la OCDE, por delante de México (36%). Como era de esperar, la prevalencia de la diabetes en Norteamérica también es muy alta, con un 11% de la población afectada. Aunque no refleje realmente el estado del sistema de salud, el hecho de que la tasa de obesidad sea tan alta muestra el fracaso de las políticas de prevención y ayuda a entender por qué algunos indicadores son malos.
En los últimos 5 años, millones de personas en nuestro país se han quedo sin cobertura médica, según las cifras de la misma OCDE; la cifra alcanza a más de un tercio de la población, que tiene que buscar atención sanitaria en el sistema privado caracterizado por los consultorios médicos adyacentes a farmacias de cadenas de productos genéricos que han suplido al estado en estas funciones de atención primaria y han servido como válvula de escape a un problema para el que el país en este momento no se plantea una solución académica.