
Antonio Sánchez González.
El sobrepeso y la obesidad representan factores desencadenantes inmediatos de enfermedades crónicas que se pueden prevenir.
La prevalencia del sobrepeso y la obesidad está aumentando en todo el mundo; para 2050, las proyecciones indican que más de la mitad de la población adulta mundial vivirá con sobrepeso y obesidad, con mayor prevalencia en América del Norte -léase México y Estados Unidos- y China. En estas regiones, pero en especial en México, el número de personas con sobrepeso y obesidad ha aumentado drásticamente en las últimas cuatro décadas, lo que ha contribuido a un aumento significativo del riesgo de enfermedades no transmisibles, como la diabetes tipo 2, las enfermedades cardiovasculares y el cáncer, y de muerte prematura. El sobrepeso y la obesidad representan factores desencadenantes inmediatos de enfermedades crónicas que se pueden prevenir.
Pero, además, hoy existe una enorme cantidad de información que nos recuerda que las afecciones y complicaciones relacionadas con la obesidad pueden no solamente ser muy diversas, sino que, además, pueden presentarse en diferentes poblaciones étnicas, a distintas edades y con distintas manifestaciones y que buena parte de ellas responden a la pérdida de peso. Además, está clara la desproporcionada pérdida de años de vida en personas con obesidad que se presenta a edades más tempranas (entre los 20 y los 30 años frente a los mayores de 60), y que en esos casos la edad podría no tener el mismo efecto protector que si tiene en el caso de las enfermedades cardiovasculares.
Pero, más allá de la información médica, la prevalencia de la obesidad tiene ahora presencia en la cotidianidad e impacta la vida de cada individuo y de la comunidad entera: los fabricantes de ropa han cambiado sus patrones y redefinido sus tallas, las empresas de aviación han considerado cobrar tarifas diferenciadas a las personas con sobrepeso y por supuesto, la industria farmacéutica se ha ocupado del tema, no solamente generando investigación básica sino también patrocinando ensayos clínicos de cada molécula que enseñe alguna posibilidad de causar pérdida de kilos y, sobre todo, regresión de los problemas de salud relacionados con ellos.
A mismo tiempo, en el fondo, hay un muy ruidoso debate sobre la concepción social de la obesidad, la gordofobia y el encaje de la cultura del body positivity en plena era en que la expectativa de vida de cada individuo y la estructura de los sistemas de salud de las naciones se ha visto enfrentada a esta epidemia de ganancia de kilos: todos recordamos vagamente la campaña implementada por el sistema de salud mexicano que hace algunos años se propuso “perder un millón de kilos”. Este mismo debate influido de wokismo se ha dado en las páginas de las revistas científicas y en las guías que debemos seguir los médicos a la hora de abordar este problema de salud con un enfermo, que ahora nos recomiendan no referirnos a esta patología como “obesidad” -como realmente se llama- sino como una “condición de peso no saludable” ante la posibilidad de ser considerado ofensivo y afectar a la relación con el paciente y su evolución (¡faltaba más!).
Hace tres días, Novo Nordisk, la compañía danesa fabricante de Ozempic y Wegovy (son los nombres con los que se vende en cada rincón del mundo la semaglutida, el medicamento que produce espectaculares pérdidas de peso en sujetos obesos y la reducción y control de algunas de las condiciones patológicas relacionadas con la obesidad) lanzó en algunos países cuidadosamente elegidos una campaña que ha levantado una densa polvareda. Sus líneas discursivas rezan que la obesidad es “…un problema de salud, no de estética. Y sigue expandiéndose mientras discutimos cómo hablar de ella…”, “es una enfermedad” y que, “puede matar”. Durante su lanzamiento, la misma empresa avisa que el contenido de la campaña tiene “… contenido extremadamente delicado y -que- puede herir la sensibilidad…”. Las reacciones de los grupos en redes sociales respondieron con frases como “un mensaje horrible y de mal gusto” o la calificaron de “indecencia” o de “campaña gordófoba”. La compañía decidió retirar la parte televisiva de su estrategia medios y los carteles de la calle en las primeras horas.
Sin embargo, ¿no va siendo el tiempo de urgentemente hablar de la obesidad como una enfermedad crónica que puede matar?, ¿no es el momento de hablar de obesidad y hacer promoción de la salud sin miedo al wokismo imperante? ¿O empezamos a buscar eufemismos para las palabras diabetes, hipertensión y muerte?