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Este 25 de diciembre, el Santuario se convirtió en el epicentro de la fe zacatecana, en el que recibió a miles de peregrinos que llegaron de diversos rincones del país para agradecer los favores recibidos y renovar sus esperanzas ante la imagen del santo niño.
Ángel Martínez
FRESNILLO.- En un ambiente de profunda devoción y alegría desbordada, la comunidad de Plateros se vistió de gala para honrar al Santo Niño de Atocha.
Este 25 de diciembre, el Santuario se convirtió en el epicentro de la fe zacatecana, en el que recibió a miles de peregrinos que llegaron de diversos rincones del país para agradecer los favores recibidos y renovar sus esperanzas ante la imagen del santo niño.
La celebración principal fue presidida por el Obispo de Zacatecas, Sigifredo Noriega Barceló, quien en su homilía destacó la cercanía de la figura del Niño Bendito con el pueblo.
Frente a un altar colmado de súplicas y ofrendas, el Obispo recordó que la fe en el Santo Niño es la certeza de que “Él camina con nosotros y nunca nos deja solos”.
Los fieles, conmovidos, presentaron sus agradecimientos por la salud, el trabajo y la familia, en una misa marcada por la solemnidad y el silencio respetuoso de una multitud que llenó cada rincón del recinto sagrado.
Al exterior del templo, la fe se transformó en movimiento con las tradicionales danzas de matachines que hicieron retumbar el suelo de Plateros con el sonido de los huaraches y los tambores, ofreciendo su baile como una oración visual en honor al pequeño intercesor.
El colorido de los penachos y la fuerza de los danzantes fueron el marco perfecto para recibir a los miles de visitantes de distintos puntos del país y hasta connacionales.
Pero la celebración no solo fue espiritual; la comunidad de Plateros también disfrutó de una auténtica fiesta popular, con una jornada que estuvo amenizada por Música en vivo de agrupaciones locales que pusieron el ritmo a la tarde, celebraban la identidad de la región.
También había juegos mecánicos con un espacio de esparcimiento para las niñas y niños que acudieron con sus familias y la gastronomía y artesanía local reportaron una intensa actividad, impulsada por la gran afluencia de turistas y devotos.
Plateros reafirmó su título como la Tierra de la Fe y los Milagros, cerraron una de las festividades más importantes del año con un saldo de unidad comunitaria y un fervor religioso que se mantiene más vivo que nunca