

El curioso fenómeno de creer que sabemos más de lo que realmente sabemos.
En este tiempo dominado por el gran cúmulo de información que se comparte estamos expuestos a una inquietante paradoja: Nunca habíamos tenido acceso a tanto conocimiento y, sin embargo, nunca habíamos sido tan vulnerables a la ignorancia disfrazada de certeza. El curioso fenómeno de creer que sabemos más de lo que realmente sabemos.
En el centro de esta problemática se localiza un fenómeno psicológico que se conoce como efecto Dunning-Kruger, un sesgo de nuestra mente que intenta explicar por qué personas con nula o poca experiencia en una determinada temática suelen sentirse seguras aún más que los propios expertos.
A finales del siglo anterior, los psicólogos David Dunning y Just Kruger, iniciaron el estudio de este efecto, y lo describieron basándose en una observación simple pero profunda: Para reconocer nuestra falta de habilidad, primero necesitamos tener cierta habilidad. Explicado de otra manera, quienes menos saben, suelen ser también quienes menos pueden darse cuenta de sus errores o sus equivocaciones. Esa doble ceguera, (no saber y no saber que no se sabe) lamentablemente ocasiona un exceso de confianza que hoy se multiplica en redes sociales, foros y nuestras conversaciones cotidianas.
No se trata de una curiosidad científica, el efecto Dunning-Kruger trae consigo consecuencias sociales, políticas y hasta sanitarias; de esto último un claro ejemplo ocurrió durante la pandemia; personas sin formación médica explicaban como debería de manejarse una crisis epidemiológica mundial, usuarios de redes sociales recomendaron tratamientos sin evidencia científica, la opinión improvisada dio catedra de virología. El problema no es opinar —todos lo hacemos—, sino hacerlo desde una perspectiva carente de certeza y que se disfraza de conocimiento válido.
No debemos de caer en el grave error de que este sesgo ocurre y afecta solo a “otros”; todos, sin excepción, nos hemos encontrado alguna vez en la cima del exceso de confianza, Esto llega a ocurrir cuando creemos que por dominar un par de conceptos pensamos que entendemos todo; cuando confundimos intuición con información, cuando un video de tres minutos no parece más que suficiente para opinar sobre temáticas demasiado complejas como lo es la inteligencia artificial, la salud pública o la política económica. El efecto Dunning-Kruger es universal democrático, nadie escapa de él.
Y a pesar de todo lo anterior, la solución no es el silencio, sino la humildad intelectual; reconocer lo que no sabemos es un acto de madurez, de ninguna manera de debilidad. Esto implica buscar evidencia sólida, escuchar a quienes saben más, cuestionar nuestras propias certezas y, sobre todo, comprender y aceptar que el conocimiento es un territorio siempre en expansión. Los verdaderos expertos, nunca se distinguen por hablar más fuerte, sino por hacerlo con cautela. Reconocen que incluso encontrándose en la cima del saber están rodeados de grandes dudas e interrogantes.
En un mundo saturado de opiniones, la humildad podría ser el nuevo signo de inteligencia. Quizá la mayor lección del efecto Dunning-Kruger es que la duda bien informada vale más que la seguridad sin sustento. Y que, antes de opinar, conviene recordar: No hay nada más peligroso que creer que sabemos lo que en realidad no sabemos.