

Zaira Ivonne Villagrana Escareño.
Hay quienes llegan a estas fechas sosteniendo silencios largos, duelos recientes o heridas que aún no cicatrizan.
Zaira Ivonne Villagrana Escareño
Diciembre llega envuelto en luces, rituales y deseos de paz. Para muchas personas es un tiempo de encuentro; para otras, es un mes que se transita con el corazón cansado. Ambas realidades conviven, aunque no siempre sepamos verlas, ni sepamos nombrarlas en la vida cotidiana.
Hay quienes llegan a estas fechas sosteniendo silencios largos, duelos recientes o heridas que aún no cicatrizan. Mujeres que han aprendido a ser fuertes incluso cuando están agotadas. Jóvenes que buscan sentido en medio de la incertidumbre. Niñas y niños que sienten profundamente, aunque no siempre encuentren palabras para decirlo. No todo el dolor se nota, pero existe, y muchas veces se vive en soledad.
La pérdida reciente de un niño en nuestro estado nos invita a detener el paso. No desde el ruido ni el juicio, sino desde el recogimiento y la reflexión compartida. Nos recuerda que la salud emocional es frágil y valiosa, y que nadie debería atravesar su tristeza sin acompañamiento humano, mucho menos en soledad.
Diciembre, con su carga simbólica, puede intensificar lo que ya duele. Las ausencias se hacen más visibles, las expectativas pesan y la idea de “tener que estar bien” puede alejar a quienes más necesitan ser escuchados. En este contexto, la empatía se vuelve un acto de amor cotidiano.
Ser empáticos es ofrecer presencia sin prisa. Es escuchar con el corazón abierto, sin corregir ni minimizar. Es comprender que no todas las personas están listas para celebrar, y que acompañar también es respetar los tiempos del otro.
Cuidar la salud mental no es solo una tarea institucional; es una práctica humana que se construye en lo sencillo: en una conversación honesta, en una mirada atenta, en un mensaje que dice “estoy aquí”. A veces, eso es suficiente para aliviar un poco el peso del día.
Quizá no podamos cambiarlo todo, pero sí podemos hacer algo esencial: ser un lugar seguro. Un espacio donde alguien pueda descansar emocionalmente, aunque sea por un momento necesario.
Diciembre no siempre es fácil. Pero cuando elegimos la ternura, la escucha y la compasión, el cuidado se convierte en amor, y el amor, en esperanza compartida.