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Opinión

Sin cuidados no hay futuro: la deuda pendiente con las mujeres

Sin cuidados no hay futuro: la deuda pendiente con las mujeres

Zaira Ivonne Villagrana Escareño.

En Zacatecas, como en todo el país, la desigualdad se exprime en horas: jornadas dobles y triples, cuidados cotidianos que se dan por sentados.

Redacción Zacatecas
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4 de noviembre 2025

Zaira Ivonne Villagrana Escareño

El nuevo Sistema Nacional de Cuidados presentado por la presidenta Claudia Sheinbaum llega para poner nombre y responsabilidad pública a una realidad que las mujeres mexicanas han sostenido durante generaciones. Según la Encuesta Nacional sobre Uso del Tiempo (INEGI,2004), más del 70 % del tiempo total dedicado al cuidado en México recae sobre nosotras. Esto no es una cifra menor: es la columna vertebral pero invisible de la economía, el soporte que permite que lo demás funcione. En promedio, una mujer cuida más del doble que un hombre; y, aun así, este trabajo sigue siendo tratado como si fuera un don natural y no una labor altamente especializada, emocionalmente exigente y socialmente indispensable.

En Zacatecas, como en todo el país, la desigualdad se exprime en horas: jornadas dobles y triples, cuidados cotidianos que se dan por sentados, y una estructura institucional previamente abandonada y frágil que deja a las familias, es decir, a las mujeres cargando el peso entero del bienestar.

Hablar de cuidados es hablar de cocinar, limpiar, acompañar, vigilar, educar, curar; pero también es hablar de afecto, de tiempo, de sostener emocionalmente a una familia y a una comunidad, es también el cuidado de la tierra y el agua. Es trabajo físico, mental, emocional y sin duda trabajo íntimo. Y a pesar de todo esto, es trabajo que el Estado históricamente ha evadido.

Precisamente por esa persistente omisión pública, vale la pena mirar experiencias históricas donde el cuidado fue concebido como tarea colectiva y no como sacrificio doméstico y privado. Allí entra el caso de la Unión Soviética. En sus primeras décadas, el proyecto revolucionario apostó por sistemas públicos de guarderías, comedores y lavanderías colectivas para liberar a las mujeres del encierro doméstico. No todo funcionó, y mucho se burocratizó, pero aquel experimento dejó una lección esencial: una sociedad que proclama igualdad sin garantizar el reconocimiento de los cuidados construye, en realidad, desigualdad dentro del hogar.

México tiene ahora la oportunidad de no repetir errores ni nostalgias. El Sistema Nacional de Cuidados será tan transformador como su financiamiento, su alcance territorial y su capacidad de reconocer por fin, que la libertad de un país comienza por liberar el tiempo y la vida de las mujeres que lo sostienen.

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