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antonio sanchez gonzalez

El amor y la natalidad

El amor y la natalidad

Antonio Sánchez González.

Diseñado por y para el amor, el matrimonio moderno, es cierto, a menudo termina en divorcio: es el precio de la fragilidad de los sentimientos.

Antonio Sánchez
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15 de agosto 2025

Por primera vez desde la mitad de la Revolución Mexicana, el año pasado el número de muertes se ha acercado más que nunca en este siglo a la cifra de nacimientos en nuestro país. Pero hoy en día, más de la mitad de la población mundial vive en países donde la tasa de natalidad es tal que ya no es posible reemplazar a las generaciones. Baste decir que esta situación plantea problemas tan inéditos como considerables, económicos, sociales, presupuestarios (pensemos en particular en el coste de las pensiones y de las ayudas sociales que se reparten en México sin compromisos a cambio), pero también geopolíticos y militares.

Por supuesto, hay muchos factores causales -el declive de la religión, la emancipación de la mujer, el progreso del Estado de Bienestar, las dinámicas familiares inadecuadas, la maternidad tardía, el deterioro del poder adquisitivo, los cambios en las costumbres anticonceptivas, etc.-, pero hay una que tendemos a subestimar, a saber, la proliferación de divorcios vinculados al aumento de los matrimonios por amor.

Como entendió proféticamente Tocqueville hace 200 años, el matrimonio moderno, elegido por individuos libres por razones exclusivamente sentimentales, paradójicamente conduce a muchos más divorcios que el matrimonio arreglado que era la regla en el mundo antiguo. Escuchémosle exponer su famosa paradoja: “Cuando cada uno elige siempre a su propio compañero sin que nada externo le estorbe, o incluso lo dirija, suele ser sólo la similitud de gustos e ideas lo que une al hombre y a la mujer… Nuestros padres habían concebido una opinión singular sobre el tema del matrimonio. Como habían percibido que el pequeño número de matrimonios por amor que se hacían en su tiempo casi siempre había tenido un resultado desastroso, habían llegado a la conclusión resuelta de que en tales asuntos era muy peligroso consultar el propio corazón. El azar les parecía más previsor que la elección”.

Diseñado por y para el amor, el matrimonio moderno, es cierto, a menudo termina en divorcio: es el precio de la fragilidad de los sentimientos. Esta “revolución del amor” no solamente afecta a la intimidad, sino que también trastoca el ámbito colectivo, el derecho, la política, el arte… La apreciación del problema de las generaciones futuras es una consecuencia entre muchas otras: es básicamente la cuestión del mundo que vamos a dejar a nuestros hijos lo que se plantean quienes piensan tener descendencia, y no solo en términos de ecología, sino también de protección social, deuda pública, oportunidades, choque de civilizaciones…

Stéphane Kovacs señaló con razón en un texto publicado en la prensa europea hace unas semanas el sorprendente aumento de los divorcios entre las personas mayores de 50 años y en particular entre las mujeres. Con conocimiento llamó nuestra atención sobre nuevas realidades, todas las cuales merecen una reflexión profunda, ya que de ninguna manera son evidentes. En primer lugar, que son sobre todo las mujeres, y además las mujeres de cierta edad, las que solicitan el divorcio y después que las personas mayores se están divorciando, hombres y mujeres por igual, cada vez más.

Después de los 50 años ya no hay problemas con el cuidado de los niños, aunque, lamentablemente, los niños mayores a menudo se toman muy mal el divorcio de sus padres de esa edad. A los 50 años, el aumento de la esperanza de vida y los cambios de los cánones sociales y culturales lo permiten, la mayoría de las mujeres libres de hoy trabajan, por lo que tienen una autonomía financiera que finalmente les permite vivir solas, sin la ayuda de un marido, y, poniendo atención a la biología y al instinto, las mujeres son ahora más bellas y deseables que nunca, mientras que en mi infancia, ya empezaban a parecerse a las abuelitas, lo que, nuevamente, cambia la situación por completo.

Y a los 50, tomas decisiones informadas sobre tu vida, ya sea elegir vivir solo para ser libre o encontrar una nueva pareja. A los 20 años, las personas a menudo se casan por pasión erótica-amorosa, una inclinación que las cifras, la sociología y la experiencia enseñan que a menudo no dura, que incluso puede convertirse en indiferencia y hasta en hostilidad cuando muere. Que se equivoquen aquellos que todavía creen que detener la disminución de la tasa de natalidad es solo una cuestión de política familiar o de dinero: estamos tratando con una oleada moral y espiritual que va mucho más allá de eso.

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