
José Luis Medina Lizalde.
No defender corruptos por ser compañeros de partido salvo cuando perciba que el acusado es víctima de la fabricación de delitos, es obligación de honestidad de todo ciudadano.
Nos han acostumbrado a dar por hecho lo que aún no está probado, linchamos simbólicamente en la discusión pública, es hora de reforzar la pedagogía de la verdad comprobada como sustento argumental, para construir la ciudadanía sostén del estado de derecho.
Los que dicen que el ex secretario de seguridad pública del estado de Tabasco es el García Luna de la 4 T y Adán Augusto López Hernández es su Felipe Calderón, olvidan que el presidente de la república panista fue informado por el subsecretario de la Defensa Nacional General de División Tomás Ángeles y por el comandante de la Policía Federal Javier Herrera Valles, de los nexos de García Luna con el crimen organizado y que la respuesta fue la fabricación de delitos para ambos, siendo otra diferencia importante el hecho de que García Luna ha sido encontrado culpable y sentenciado en firme mientras que el prófugo tabasqueño mantiene la condición de presunto y nadie señala en estos momentos a Adán Augusto de complicidad alguna.
Lo anterior no significa que la 4 T no tenga obligación de auto vigilarse y ser juez que por su casa empieza, ninguna colectividad humana está blindada contra las manzanas podridas y el crimen organizado en cualquier país que existe se vincula con actores relevantes de la economía y la política en base a la mutua conveniencia, lo mismo que con jueces y policías, figuras de la farándula y sacerdotes, periodistas y militares, unos ceden por amor a la plata y otros por temor al plomo.
No defender corruptos por ser compañeros de partido salvo cuando perciba que el acusado es víctima de la fabricación de delitos, es obligación de honestidad de todo ciudadano.
Una deshonestidad muy en uso en la vida pública consiste en acusar que violan su libertad de expresión cuando tribunales competentes sancionan su conducta al considerar que ocasiona perjuicio a quien demandó la protección de la ley, el que se ampara en la libertad de prensa o en la libertad de expresión para difamar o injuriar y pretende inmunidad es como si alguien dice que violan su libertad de tránsito si lo infraccionan por exceso de velocidad o conducir en estado de ebriedad.
Si la cultura de la legalidad es todavía tan nebulosa se debe a la procuración e impartición de justicia, no gozan de la confianza generalizada por obvias razones, afortunadamente, ya se vislumbra el cambio en esa dirección.
Se espera que en los próximos años caigan los peces gordos de la corrupción aún no cobijados por la prescripción de sus delitos, el desalojo de la cúpula judicial que permitió su crecimiento empezará a dar sus frutos aún con la permanencia hasta 2027 de muchos impartidores de justicia hechos a su medida, además, gracias a las recientes reformas se ha potenciado enormemente la capacidad de persecución del delito aún antes de la urgente reforma a las fiscalías al crearse el sistema de inteligencia e investigación llamado a multiplicar la eficacia del ministerio público, junto con eso, la digitalización creciente ofrece soluciones en todas las áreas de la vida social, incluida la de la observancia de la ley.
La amarga verdad de que el poderoso evade la ley con facilidad va quedando atrás con la incorporación al escrutinio público del desempeño judicial y con las reformas en la materia que estarán probando su eficacia en los próximos años.
Cuando la SCJN disponga que Ricardo Salinas Pliego, los mexicanos experimentaremos un gozo cívico inmenso por el enorme simbolismo del fin de la época de la dictadura del dinero disfrazada de democracia, pero el cambio será definitivo cuando en la mente de todos se instale el sentido de la legalidad, ese que nos enseña que nuestra libertad termina cuando empieza la del otro.
Hay oficios desde los cuales se ha permitido el irrespeto a la integridad del prójimo. Uno muy visible y festinado es el del periodismo del espectáculo que reseña la vida íntima de figuras de la industria del entretenimiento con saña, que discute paternidades biológicas de hijos de actrices y cantantes, infidelidades reales o imaginarias.
En la política se da por hecho que el hombre público debe “aguantar vara” cuando en los medios se le inventan hechos, se le difama o se le hace víctima de escarnio, por eso es perfectamente lógico que cuando las redes permiten la expresión de la gente refleje esa perniciosa influencia cultural y transgreda la legalidad al aludir a otros.
Estoy convencido que el respeto a la libertad de expresión de todos en el que ahora vivimos nos educará para respetar vidas privadas y distinguir entre hechos comprobados y presunciones.
Ciertamente, al final la verdad se impone.
Nos encontramos el lunes en Recreo