
Juan Carlos Ramos León.
¿Es usted de los conscientes de que se necesita ayuda? Siempre podrá dar un paso hacia un lugar mejor. Ahora pregúntese ¿es usted de los que siempre está dispuesto a ofrecer ayuda?
Existen dos tipos de hombres: los que saben que necesitan ayuda y la piden y los que creen que no la necesitan y se quedan como están. Es un hecho: todos necesitamos ayuda. Para mejorar nuestra salud necesitamos al médico y las medicinas; para emprender un negocio necesitamos asesoría y financiamiento; para lograr equilibrio emocional y espiritual necesitamos de ayuda profesional y religiosa, según sea el caso. Y siempre, siempre viene bien un poco de ayuda. Así que la próxima vez que alguien se acerque a usted a decirle “¿puedo ayudarte en algo?” por lo menos agradézcale el detalle.
Decía antes que hay un tipo de hombres que creen que no necesitan ayuda. Y por eso no la piden. No es que no sepan pedirla, y no es que, en verdad no la necesiten; es que no están dispuestos a pedirla porque se han llegado a convencer a sí mismos de que no la necesitan. Llámelo usted soberbia, arrogancia, vergüenza o simple necedad, pero el caso es que el primer y fundamental requisito que se tiene para recibir ayuda es aceptar que se necesita: Para atender una emergencia, para poder realizar un proyecto o sencillamente para ser o estar un poco mejor de lo que se está. Y es que, ¿a quién no le gusta progresar o prosperar en la vida?
Me cuesta comprender al necio que se siente que todas las puede solo y que ni viendo que su casa se incendia es capaz de pedir a alguien que venga en su auxilio. A veces la ayuda cuesta, ¡claro está! Y hay que saber si el precio lo vale antes de pedirla y si tendremos con qué pagarla, por supuesto. Pero hay muchos consejos que son gratis y a veces suelen ser hasta los mejores.
¿Es usted de los conscientes de que se necesita ayuda? Siempre podrá dar un paso hacia un lugar mejor. Ahora pregúntese ¿es usted de los que siempre está dispuesto a ofrecer ayuda? A nuestra sociedad le hacen mucha falta personas así. Que ayudan muchas veces sin que se sepa, sin tomarse la foto para anunciarlo con bombo y platillo para que todos los vean. Es decir, que su intención es pura y limpia. Ayudan por el puro gusto de hacerlo, porque encuentran en esa donación de su tiempo y de su esfuerzo la única recompensa que necesitan. Gente bien valiosa, créamelo. Usted y yo podemos ser de esos.
Pero, regresando al punto, no repare en pedir ayuda. Le aseguro que siempre habrá alguien dispuesto a dársela. Quizás desinteresadamente, quizás no. Pero -insisto- siempre viene bien un poco de ayuda. El puro hecho de no sentirse solo es ya de gran ayuda. Y si, de mi parte, en algo puedo serle útil, con muchísimo gusto estaré dispuesto a tenderle la mano para ayudarlo. Todo está en que me lo pida.