
Juan Carlos Ramos León.
Israel e Irán en una guerra que parece estar subiendo de nivel (siempre que sea válido ponerle “niveles” a estos horribles acontecimientos).
El mundo está vuelto un rompecabezas. Parece ser que los seres humanos no hemos aprendido de tanto sufrimiento causado por las guerras, los desastres naturales, las crisis económicas y la pandemia del Covid. Esta terrible inestabilidad que acontece está siendo alentada por la incomprensión humana, el autoritarismo y el odio. Y quien pueda encontrar regocijo en ello no puede ser calificado menos que como demoniaco. ¿A quién sino al demonio mismo pudiera dar satisfacción todo lo que está pasando? Si usted no cree en el demonio explíqueme entonces esto que de verdad no entiendo. Llámele “fuerza del mal” si gusta, pero yo tengo muy claro que de todo este desorden nadie más gana absolutamente nada.
Israel e Irán en una guerra que parece estar subiendo de nivel (siempre que sea válido ponerle “niveles” a estos horribles acontecimientos); la xenofobia en el vecino del norte se agudiza, la guerra comercial entre los países más poderosos del mundo parece no encontrar solución (si es que alguno se la está buscando), atentan contra legisladores locales en los Estados Unidos y la cosa se va a poner color de hormiga y en nuestro México la polarización social y la intensificación en la violencia por el narcotráfico traen de cabeza a todo el mundo: gobierno e iniciativa privada.
Como si no fuera poco atender las emergencias provocadas por los desastres naturales y accidentes como el que sufrió por estos últimos días el avión que cayó en la India dejando centenares de historias familiares rotas, lejos de conmovernos y solidarizarnos, nos ponemos a terminar de despedazar el poco sentido de humanidad que nos queda ya. Y lo hacemos cuando seguimos sin ser capaces de perdonar y de pedir perdón al de al lado. Cuando abusamos de él, lo humillamos o simplemente lo castigamos con nuestra indiferencia.
Hay quienes quisiéramos hacer algo, pero no podemos cambiar las ideas que cruzan por las mentes de quienes hoy se están combatiendo entre sí con misiles, ni con quienes gobiernan a las naciones con mano de hierro. Pero los rompecabezas se arman pieza a pieza, y yo quiero poner algunas, no sé usted. El rompecabezas es grande y complejo pero pues alguien tiene que empezar a armarlo. No sé cuántas generaciones nos tome hacerlo y es cierto que han pasado muchas que ya han puesto sus piezas pero es importante caer en la cuenta de que nos toca a usted y a mí y a todos aquellos que forman nuestro entorno poner las nuestras.
El enemigo a vencer es el desaliento. Esa vocecilla que nos dice “no se puede”. Yo creo que sí se puede. Pero los resultados no son inmediatos. No nos va a tocar verlo a usted y a mí, para acabar pronto. Pero la realidad es que se va a tardar más si nos llevamos nuestras piezas a la tumba. Piénselo un poco.