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Opinión

Cuando a los maestros les quieren quitar la calma, pero no les pueden quitar la dignidad

Cuando a los maestros les quieren quitar la calma, pero no les pueden quitar la dignidad

Zaira Ivonne Villagrana Escareño.

Hay maestros que no duermen, que hacen cuentas, que sienten miedo de no tener certeza ni del próximo mes ni del próximo ciclo escolar.

Redacción Zacatecas
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2 de diciembre 2025

Zaira Ivonne Villagrana Escareño

En Zacatecas, los maestros de la Sección 58 están viviendo algo que no se nombra lo suficiente: una profunda falta de respeto a su labor, a su estabilidad y a su tranquilidad humana. Y es momento de decirlo sin rodeos: ningún estado puede tratar así a quienes sostienen el futuro desde las aulas.

Porque sí: se habla de documentos, de adeudos, de trámites, de gestiones. Pero detrás de cada palabra técnica hay vidas reales. Hay maestros que no duermen, que hacen cuentas, que sienten miedo de no tener certeza ni del próximo mes ni del próximo ciclo escolar. Hay familias enteras que viven con la angustia de un gobierno que no explica, no aclara y no resuelve.

Y aun así, ahí están. Ahí siguen. Levantándose temprano, tomando transporte inseguro, enfrentándose a salones sin recursos, acompañando alumnos que llegan con hambre, con tristeza, con violencia, con sueños. Los maestros siempre llegan, aunque el Estado no llegue para ellos.

Hoy, lo que vive la Sección 58 no es solo un conflicto laboral: es una falta de reconocimiento a la dignidad de quienes sostienen la educación pública en Zacatecas.

Porque un maestro puede trabajar con poco, puede crear desde la escasez, puede inventarse maneras de enseñar donde otros ya habrían renunciado… pero lo que no puede, lo que no merece y lo que no tiene por qué tolerar, es que le quiten la certeza y la paz.

La pregunta es clara, fuerte y dolorosa:

¿Cómo pretende Zacatecas tener un futuro si vulnera a quienes forman ese futuro todos los días?

No se puede pedir compromiso cuando se entrega incertidumbre. No se puede exigir vocación mientras se responde con indiferencia. No se puede hablar de transformación educativa cuando ni siquiera se respeta la columna vertebral de esa transformación: el magisterio.

Y el mensaje para quienes gobiernan debe ser igual de claro:  La fuerza de Zacatecas no está en los escritorios; está en las aulas. No está en los discursos; está en la resistencia del maestro que sigue enseñando aun con el corazón cansado.

La Sección 58 no está pidiendo privilegios. Está exigiendo algo elemental: certeza, respeto y dignidad. Y esto no debería ser una batalla. Debería ser un compromiso mínimo del Estado hacia su gente.

Hoy, más que nunca, los maestros necesitan saber que no están solos. Que Zacatecas los ve. Que su lucha importa. Que su voz incomoda porque es verdadera.

Y que, aunque quieran debilitarlos, no podrán. Porque cuando un maestro defiende su dignidad, no se defiende solo él: se defiende el futuro entero de un estado.

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