
Colin Powell, fue un militar y ex secretario de Estado de Estados Unidos, estas reglas han sido bastante difundidas desde su publicación, en 1989.
Las 13 reglas establecidas por Colin Powell, militar y ex secretario de Estado de Estados Unidos, han sido bastante difundidas desde su publicación, en 1989. Su utilidad las ha hecho bastante populares.
La primera regla dice que nada es tan malo como pudiera pensarse porque, de hecho, podría verse mucho mejor en la mañana siguiente. Powell aclara que, más que una predicción, esta declaración implica una actitud. Hay un gran valor reparador en “el transcurso de sólo ocho horas”, recalca. En la enunciación de esta primera regla, el autor recuerda parte de la enseñanza que recibió entre los soldados marinos: “Tú eres el líder y tus tropas reflejarán tus emociones”. Así que la buena actitud constituye una especie de palanca en la resolución de cualquier problema.
La segunda regla dice “Moléstate, luego supéralo”. En su explicación, Colin repasa episodios en los que alguien que nos traiciona y merece ser destruido resulta, en el mediano plazo, el aliado indispensable. Privilegiar la prudencia o conveniencia sobre la legítima ira puede ser buena estrategia. Cuanto te molestes ―aconseja―, supéralo rápidamente y no pierdas el autocontrol.
Tercera regla: “Evita que tu ego esté tan cerca de tu argumento que, cuando tu argumento se desmorone, tu ego caiga con él”. Powell solía aconsejar a sus comandantes subordinados que con pasión disintieran de él e intentaran convencerlo. “Llegará algún momento en que habré escuchado suficiente y entonces tomaré mi decisión. Entonces espero que ejecutes mi decisión como si fuera la tuya”. Agregaba que nada más debía discutirse, a menos de que el subordinado tuviera nueva información o que él como superior reanudara la discusión, al admitir que sí se había equivocado, y entonces debiera cambiarse la decisión.
En su exposición de la cuarta regla, “Es posible hacerlo”, el autor destaca que debe enfrentarse cada tarea con una actitud positiva y entusiasta, evadiendo sí a los escépticos “que te contradicen a la menor provocación”, pero no a los que te ofrecen sólidos argumentos en contra.
La quinta regla aconseja: “Cuidado con lo que escoges: podrías obtenerlo”. Colin pide no desbocarse por los objetivos. Lo fundamental es privilegiar el tiempo, sobre todo para considerar consecuencias, pues tras la decisión se debe vivir con ellas, a querer o no.
Sexta regla: “No dejes que las adversidades se atraviesen en el camino de una buena decisión”. Sólo el análisis de los hechos terminará por revelar juiciosamente la opción correcta. Powell recupera el dicho “El buen juicio viene de la experiencia, y la experiencia viene del mal juicio” y declara que, aunque haya momentos en los que un factor adverso pueda paralizarnos, no debemos permitir que nos detenga hasta que lo hayamos pensado, desafiado y sustituido con otra opción.
La séptima regla es: “No puedes tomar las decisiones de otro. No permitas que otros tomen las tuyas”. Debe asegurarse que la decisión que se tome sea realmente propia: que no responda a presiones o deseos de otras personas. Colin privilegia a lo que él llama “el instinto informado”. Podrán aparecer tentaciones bastante halagadoras; pero lo que debe triunfar es el análisis, siempre por encima del atractivo que parezca conveniente y que podría no serlo.