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Opinión

Preguntas y respuestas personalizadas

Preguntas y respuestas personalizadas

Sigifredo Noriega Barceló.

A medida que los años pasan (y se quedan) me doy cuenta de lo maravilloso que es vivir y ser amado por ser hijo, o por ser padre.

Sigifredo Noriega
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25 de junio 2025

“Tú eres el Mesías de Dios. – Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho”.

Lucas 9, 18-24

Las fechas especiales del año nos dan oportunidad de festejar y reflexionar sobre lo que contiene, deja y enseña la fiesta. Admirar, respetar y agradecer son verbos que suscitan acciones emocionadas y comprometidas. Paternidad y filialidad son sustantivos que sostienen y sustentan el edificio de la vida y el gozo de vivir en familia, con sentido y a favor del tejido social.

A medida que los años pasan (y se quedan) me doy cuenta de lo maravilloso que es vivir y ser amado por ser hijo, o por ser padre. También de lo necesario y valioso de una familia como escuela de fe en Dios, fraternidad, solidaridad, justicia, libertad, participación, colaboración, donación…Las preguntas más importantes de/para la vida encuentran respuesta -o ponen la base para ello- en casa, en familia. Después vendrán otras escuelas…complementarias.

En el texto evangélico que escuchamos este domingo, Lucas plantea una serie de preguntas que invitan a una respuesta necesariamente personal, forjada en la intimidad de la fe del discípulo, sea hijo, sea padre.  Pedro responde sin titubear a la pregunta de Jesús, la pregunta más trascendente para la vida.  ¿Quién es Jesús para ti, para la familia, para la humanidad?… La pregunta y la respuesta siguen interpelando a quienes nos consideramos discípulos de nueva generación. La respuesta es actualizable en toda circunstancia, también cuando los ‘anuncios de la pasión’ se vislumbran y repiten.

Cada discípulo es invitado a escuchar e interpretar la pregunta y personalizar la respuesta ante los nuevos desafíos y retos.  Pienso en quienes somos hijos y en quienes han recibido el don de la paternidad. Proclamar la fe en Jesucristo, aceptar su mensaje, ser fieles aceptando los riesgos y costos… son interpelaciones que no podemos evadir. El discípulo de Cristo tiene que arriesgar y entregarlo todo en el correr de la existencia y en el vivir las implicaciones de la pasión.

“Tomar la cruz de cada día” es vivir en el amor y desde el amor, en la fatiga de la existencia vivida, cada día: oportunidades, preocupaciones, luchas, enfermedades, incidentes, incomprensiones, sacrificios, trabajo, olvido de sí, entrega total…Portar con humildad la cruz hecha de tantos gestos que van tejiendo la vida de hijos, padres, sociedad… Y, al día siguiente, volver a empezar con la esperanza de que el árbol de la cruz dará frutos de resurrección.

Una vez más, muchas gracias, papás que viven su paternidad en silencio, en clave de una generosa y confiada disponibilidad, una fidelidad sufrida y gozosa, un amor a prueba de años y de ideologías pasajeras… Muchas gracias, hijos que ven y tratan a sus padres como generadores, educadores y custodios de la vida en familia; que aceptan con amor el acompañamiento y cuidado de sus padres al caer la tarde de la vida.

Los bendigo con afecto filial, fraternal y paternal.

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