Zacatecas y la obligación política de garantizar Derechos Humanos

Zaira Ivonne Villagrana Escareño

En Zacatecas, hablar de derechos humanos se ha vuelto una necesidad más que discurso. La realidad cotidiana nos recuerda que la dignidad, la seguridad y el acceso a la justicia siguen siendo temas pendientes que atraviesan el territorio de manera cruda. Este 10 de diciembre no debería ser solo una fecha para conmemoraciones institucionales, sino un recordatorio del papel que la clase política y el Estado deben asumir frente a una ciudadanía que ya no está dispuesta a conformarse con palabras vacías. En un contexto donde las desigualdades se amplían, la violencia persiste y la confianza pública se erosiona, el compromiso con los derechos humanos debe ocupar el centro de la acción gubernamental.

Garantizar derechos no es un acto simbólico ni un ideal teórico: es una responsabilidad política. Significa que la seguridad, la justicia, la igualdad y el bienestar deben ser prioridades, no temas decorativos en los discursos. Significa reconocer que la protección de la vida y la dignidad humana no puede estar condicionada por diferencias partidistas ni cálculos electorales, y que cualquier gobierno que aspire a transformarse en un verdadero referente de Estado debe asumir decisiones firmes, sostenidas y valientes.

En Zacatecas no podemos permitir que las agendas urgentes dependan de voluntades personales o de negociaciones internas; la defensa de los derechos humanos necesita continuidad, coordinación institucional y una visión estratégica que supere el cortoplacismo.

Hoy, la ciudadanía exige resultados reales. Exige instituciones que respondan, que protejan, que investiguen, que acompañen y que rindan cuentas. Exige un liderazgo político que deje de mirar los derechos humanos como un tema secundario y los convierta en el eje de la seguridad pública, de la política social, de la educación, de la salud y del desarrollo económico. Exige que las autoridades vuelvan a caminar el territorio, escuchen a las comunidades y asuman su deber con seriedad.

La dignidad humana no se garantiza en eventos oficiales, sino en la vida diaria: en la mujer que regresa a casa sin miedo, en el joven que tiene oportunidades reales, en la comunidad que ve al Estado presente y no ausente.

La pregunta, entonces, no es qué tan lejos estamos del ideal, sino qué decisiones se tomarán a partir de hoy. Porque hablar de Derechos Humanos en Zacatecas implica aceptar que los desafíos son profundos, pero también que la transformación está en manos de quienes tienen la responsabilidad de actuar. No basta con reconocer la deuda histórica: es momento de saldarla.

Y la reflexión que queda para quienes gobiernan y para quienes aspiran a gobernar es simple pero contundente: si los derechos humanos no son el centro de las decisiones políticas, entonces ¿Qué es lo que realmente están defendiendo?

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